lunes, 20 de diciembre de 2010

Sueños y pesadillas ambulantes.

El sábado, creí que sería buena idea viajar aunque estuviera muriéndome del malestar: cuerpo cortado, garganta inflamada, tos y, aparte, fiebre a la hora que ya venía en pleno camino.

Cuando me subí al autobús me costó un poco de trabajo conciliar sueño (aunque en la sala de espera de la terminal yo estaba que ya quería subirme porque me pesaban los ojos) sobre todo porque un argentino machista, sentado a mi lado, no dejaba de hablar y hablar por teléfono. Me incomodaba -un poco- su acento. Su conversación. Su volumen, su altanería porque varias veces fue callado y al boludo le valió y su cercanía. Colgó hasta que se le "acabó" la señal y/o el T/A y todos fuimos felices.

Bueno, cuando por fin pude dormir tuve un sueño horrible muy horrible: De repente iba yo caminando en alguna amplia avenida que no reconocía pero que, por algún extraño motivo, me era muy familiar y me traía bonitos recuerdos. Y de repente, empezó a temblar. Y como, tal vez, algunos de ustedes saben: soy tremofóbico. Todo estaba bien, pues estaba alejado de cosas que me pudieran caer. Hasta que el temblor era más fuerte y la tierra se empezaba a abrir, los edificios de alrededor empezaban a derrumbarse y la gente corría, gritaba y empujaba.


No sé cómo pasó, pero seguro tiene que ver con Inception de que nunca entendí bien el final, y que me dejó bien traumado y marcó bastantes de mis sueños posteriores, pero en algún momento me dí cuenta que estaba soñando y que sólo bastaba con despertar y ya; salí de ese sueño y me encontraba en mi cama y, efectivamente, estaba temblando pero yo no me podía despertar -como cuando se te sube el muerto-. Y empecé a estresarme, alterarme, acobardarme y todo.

Otro poco y seguro me hubiera dado un infarto. Desperté y me di cuenta que sólo iba en el autobús y por eso todo se movía y que no había ningún temblor y que era yo un mariquita. Estaba sudando y me costaba trabajo respirar. Al principio creí que era porque me había alterado en el sueño pero luego descubrí que tenía fiebre y que mi garganta se estaba cerrando por la inflamación. Y ahí, en pleno viaje, a la mitad, ni cómo ni dónde ir al doctor, ni qué hacer.

Me paniqueé mucho y no quería dormir porque creía que en algún momento del sueño mi garganta se iba a cerrar por completo y yo no tenía ni un bolígrafo a la mano para dárselo al argentino que estaba a mi lado para que me hiciera una traqueotomía si fuese necesario; dudé en si sería buena idea y gritar preguntar si había un médico "a bordo" para saber a dónde correr en el caso de que empezara a perder la respiración. Imaginé claramente, las miles de formas en que le decía al chofer que necesitaba un médico urgente; desde la más sutíl: "-oiga, me estoy sientiendo muy mal y creo necesitar un médico", hasta la más alarmante: "¡auxilio, no puedo respirar!" e imaginé, tambien, los miles de escenarios posibles como llegar hasta una caseta de cobro y que seguramente ahí habría servicio médico. Otro de desviarse y meterse en un poblado situado entre la frontera de los estados de Puebla y Oaxaca y pasar la noche en un petate con una compresa en la frente mientras un chamán hablaba algo que yo no entendía y olía a copal por todos lados. O que algún helicóptero iría por mí y me llevaría de vuelta al DF en cuestión de muy rápido.

Desperté. Efectivamente estaba soñando de nuevo y mi garganta sí estaba muy inflamada y sí tenía fiebre. Y sí, estaba a medio viaje. En -casi- ese momento el autobús se detuvo en una caseta de cobro y dijo que teníamos 5 minutos para bajar y/o salir a comprar algo. Mi corazón latía rápido, sabía que era la ÚNICA oportunidad que posdría salvar mi vida, ésa de buscar un médico, un chamán, medicina o algo. Y entonces le pedí permiso al argentino y bajé corriendo. Lo único que conseguí con eso fue que, como díce mi mamá: "me entrara un aire". Y me empezó a doler mucho mi oído derecho. Ya más sereno, en el baño, supe que estaba exagerando, que el (los) sueños previos son los que me habían puesto así. Que nadie se ha muerto de garganta inflamada (¿verdad?), que de fiebre tal vez, pero sólo faltaban dos horas para llegar a Oaxaca y que la hipocondria se me había trepado y que por eso me puse así y que debía calmarme.

Intenté dormirme de nuevo pero el dolor de oídome recordó que mi exageración se pagó cara. Y no me dejó y sólo iba viendo por la ventana tratando de distraerme; cerraba los ojos tratando de "programarme" para un sueño específico y no lo logré. Entonces, decidí que fue, por mucho, el peor viaje de la historia.