El año pasado fuimos a un hermoso río. Fue la vez en que más cerca he sentido la muerte: me metí a salvar a mi hermana que se estaba ahogando, yo con todo y pantalón y acabado de comer. Casi nos ahogamos los dos. Este año fuimos al único "Pueblo Mágico" de Oaxaca: Capulálpam de Méndez.
A 70 y tantos kilómetros de la ciudad (una hora y quince minutos aproximadamente por lo de las curvas) de la capital, en la sierra norte del Estado se encuentra un pequeño pueblito llamado Capulálpam, Capu pa' los cuates; a primera vista es un lugar muy pintoresco que da la bienvenida con una iglesia que data de finales del siglo XVII. Tiene un estilo barroco y clasicista y es de los pocos templos que aún conservan el techo de madera recubierto de teja, así como varios retablos muy bonitos de estilo barroco y churrigueresco (Gracias, descripción de la entrada).
Es muy bonito ver que el estilo de las casas es uniforme: o bien las casas son de adobe o pintadas de color rojo y blanco. El zocalito es bonito también, siguiendo el mismo estilo. Fuera de ahí es fácil recorrer el poblado pues es pequeñito. Aunque casi todo sobre el cerro.
Si bien el pueblo es agradable, francamente esperaba algo más de un pueblo "mágico", sobre todo porque comparte este título con bellos lugares como Taxco, San Cristóbal de las Casas y Pátzcuaro, entre otros. Es ahí donde me entró la duda de cómo hacen para "medir la magia" de cada pueblo y darle así este apelaivo. Tal vez la Secretaría de Turismo tiene un magiómetro sofisticado, muy difícil de entender para nosotros los mundanos.
Poco después quisimos ir al mirador del pueblo para ver desde ahí todas las montañas que rodean el lugar y los pueblos cercanos, pero hacen falta señales para llegar a tal lugar. Dimos vueltas y vueltas en el cerro por caminos de terracería y nunca hallamos un mirador, sólo una cancha de futbol, un caballo que nunca supo darnos indicaciones y este letrero que nos dio mucho miedo y huimos:
Saliendo del pueblo es posible encontrar la zona "ecoturística" en donde podemos convivir con la naturaleza, goee. En este campamento encontraremos un río cristalino de agua helada, podemos practicar rappel, hay tirolesa, juegos para niños, como este columpio del cual me corrieron porque efectivamente tengo más de 12 años:
Van a creer que ora sólo uso esta playera, pero juro que tengo más. Es que coincide que cuando salgo en fotos traigo ésta; también tengo otra: la de rayas rojas y blancas. Pero ¡meh! Aparte todo arranado. Y la narizota ¡Bah!
El lugar es muy bonito; el puente colgante le da un toque más emocionante aún. No corran en él. No es chido.
En el restaurant podemos comer truchas (de río) preparadas de muchas maneras: fritas, en caldo, empapeladas, al mojo de ajo y en mermerlada (bueno esta última no, pero sería cool) que son deliciosas de la manera en que la pidan. Si quieren comer la comída típica (que es la misma que la de Oaxaca capital) entonces deben comer en el pueblo.
Intento de foto, donde se supone que salen los peces del río. Pero miren como beben los peces en el río, pero miren como beben por ver a Dios nacido. Beben y beben y vuelven a beber...
En resumen: el pueblo es muy bonito, pero chiquito. No esperen encontrar muchas cosas que hacer, pero les aseguro que se divertirán.
Nota importante para el viajero: No hay señal de Telcel ni de Movistar. Repito: ¡No hay señal! Ja.
Ya de regreso hay que hacer una parada obligatoria en Guelatao, Guelatown para los cuates; lugar en donde nació El benemérito (¿qué demonios significa benemérito?) de las Américas Benito Juárez. Es un pueblo pequeño también y tampoco hay mucho que hacer pero es bonito.
Y ya. ¡Felices fiestas!