miércoles, 23 de marzo de 2011

Capacidad de asombro

Varias varias varias veces he platicado de cómo yo soy una persona que casi nunca está conforme, con nada. Una de ellas y la que, probablemente, me ha causado más conflicto -conmigo mismo- es la de no poder estar en un solo lugar por mucho tiempo porque me aburro.

A veces pienso que fui un niño hiperactivo y nadie lo notó, claro que no culpo a nadie y me tiro al piso para que me levaten, sólo comento. Y tampoco lo digo con afán de sentirme importante, especial o algo así, sino que siempre tuve imaginación en exceso. Desde niño y hasta hace algunos años siempre estuve creando una historia recurrente que se permeaba de mis vivencias, de lo que veía, sentía o decía. Se hacía más grande cada vez que podría caber en varios libros. Ésta era mi pasatiembo favorito de cuando no hacía nada, era lo único que me podía tenr quieto y durante horas le agregaba más "capítulos" a dicha historia. Pero contarla ahora no es prioridad, el asunto es otro. También he sido muy inquieto, incluso con cosas tan sencillas como el no poder pasar más de 10 minutos sentado en la misma posición. No entiendo cómo algunos se sientan y pueden pasar las horas ahí sin sentirse incómodos en absoluto. Para dormir doy muchas vueltas para acomodarme antes de que el sueño me venza; algunos de pronto llegan a LA posición y así se quedan, así se duermen ¡y así despiertan!. Al esperar a alguien no puedo estar sin caminar, sin moverme, sin hacer algo que me distraiga. De repente me molesta no sentirme a gusto en algo, por sencillo que sea, como eso que cuento. O más "grande" como esto que sigue:

Los lugares en donde vivo, ya lo había dicho alguna vez en otro post, me llegan a aburrir cuando siento que ya no tienen nada que ofrecerme y decido abandonarlos, decido empezar de nuevo y descubrir. Porque amo descubrir, me encanta asombrarme, me fascina conocer. Me gusta cambiar lo nuevo por lo viejo. Me gusta setirme nuevo, me gusta la sensación que te da el sentirte como el chico nuevo de la clase, el chico nuevo del trabajo, el chico nuevo de la colonia, el chico nuevo de loquesea.

Será, muy seguramente, egocéntrico de mi parte pero así es. Tal vez, después de todo sí me gusta llamar la atención. Y eso es un gran problema.

Tambien he sido siempre aquél al que no le gusta regresar sobre sus pasos. Y no es porque tenga miedo a ser secuestrado, que muchos me han dicho. Sino porque tengo miedo a permanecer y volverme rutinario y aburrirme y amargarme y querer huir.

Ahora, después de mucho, con el paso de los años, tal vez, o con la experiencia he aprendido a valorar la capacidad de asombro que es lo único que puede hacerme sentir diferente, contento y a gusto. A veces, no necesito de grandes cosas ni grandes cambios para ser feliz sino pequeños detalles que me hagan estar bien. En esta ciudad, por ejemplo, no dejo de maravillarme día a día con el más mínimo detalle hasta con el más grande o majestuoso. No es que en otros lados no logre sorprenderme, tal vez es que en otros lados no aprendí a verlo. La capacidad de asombro me ha vuelto alguien que ya no se preocupa por querer huir, sino en alguien que se preocupa en qué más puede aprender, en qué más puede descubrir.  Ahora sé que estoy en el lugar correcto, en el que siempre quise estar y no es en el lugar geográfico al que me refiero sino al emocional o psicológico. A veces pienso que esa es la clave para sentirse y estar bien.

Frecuentemente si tengo que caminar una ruta que ya conozco camino por otra calle sólo para conocer. Prefiero malo por conocer que bueno por conocido porque le temo a la rutina. Me da miedo ser absorbido y convertirme en un zombie de la ciudad como muchos otros que ya no viven, que ya no son y que sólo están.


miércoles, 16 de marzo de 2011

De ser puntual

Hoy descubrí que a la gente puntual le va mejor. Le va mejor en muchos aspectos obvios que el llegar temprano implica, pero hoy descubrí uno que ignoraba y que puede hacer la vida más feliz, emocionante y divertida. Bueno no tanto así, pero sí la mejora: descubrí que es más bonito viajar temprano en el metro que cuando ya a todo mundo se le hace tarde.

Cuando viajas temprano, viajas con gente limpia que tuvo el tiempo de bañarse, de cambiarse, perfumarse sutilmente y todo eso. Viajas con gente contenta que sabe que llegará temprano al trabajo/escuela a pesar que el tren se vaya deteniendo entre estaciones porque tiene el tiempo suficiente. La gente te saluda, no te empuja, ¡¡hay espacio!! la gente amablemente te pide, y da, permiso para salir cuando se llega al destino y muchas otras bondades que el despertarse un poco antes, aunque parezca imposible que así sea, te brinda.

Cuando viajas tarde, viajas con gente horrible que te empuja, se enoja, te grita. Gente que corre, gente desesperada y gente apestosa que no tuvo tiempo de bañarse y groseramente se perfuman como si los demás tuvieramos la culpa de su falta de organización. Y que, aparte, corrieron como locos y muchas veces a tan "bajas horas del día" ya están todos sudados .No todos van así, aclaro. Pero sí una gran mayoría y me sorprende el cambio que produce en una misma estación cuando sales una hora antes al trabajo que si sales media hora después.

Nunca he llegado tarde al trabajo, sí "a tiempo". Pero nunca se me había hecho "tan temprano" como hoy y descubrí que si de repente nos quitamos la flojera, la desidia de levantarnos y hasta nos dormimos un poco antes de lo habitual podemos disfrutar más el viaje de ida al trabajo/escuela y no amargarnos desde tan temprano. Que a muchos, buena falta nos hace.