Arriesgando

Anteayer, ayer, o antes de anteayer, no sé bien, por eso de que me da jetlag por mis portentosos hábitos de descanso, me puse a pensar en esas veces en que de repente no queremos hacerle caso a ese famoso dicho que dice: “El que no arriesga, no gana” ¿Cuántas veces no nos hemos perdido de grandiosas cosas, por el simple hecho no arriesgarnos por la incertidumbre de no saber qué es lo que vendrá?

Hay veces en que me gustaría más poder vivir “al día” sin preocuparme tanto por lo que vaya a suceder mañana, o después, pues (valga la disonancia) eso es algo que nos pone un gran tope a la hora de querer hacer algo. En estos días, particularmente, eso me ha sucedido mucho. Y creo que de repente llega el momento de actuar y dejar de pensar tanto, porque el tiempo no perdona.

Yo, ya he decidido que esta vez, por fin, voy a hacer las cosas más sin pensarlas, sin anticiparme a nada y sin que lo que venga sea un impedimento para todo. Por encima de cualquier cosa lo haré. Aunque de repente los planes a futuro como gotera constante, aturdan la mente y quieran desviar la atención.

Así es mis estimados lectores. Me arriesgaré. ¡Bah, yo me entiendo!

En otras noticias más alegres, y sobre la misma línea. Hoy fui a comer a un restaurant italiano unos deliciosos Tagliatelles quatro formaggi ¡Deliciosos! Son Dios convertido en tagliatelles bañados en salsa quattro formaggi. Me quedé como con tres pesos, pero bien ha valido la pena la comida y sobre todo, SOBRE TODO (nótense las mayúsculas y las negritas) la compañía.

Nota: Hasta acá lo escribí como a las 6 de la tarde en Word. Para las 11:28 de la noche, a la hora que escribo este post, solo puedo decir que estoy muy contento por los eventos transcurridos en ese lapso de tiempo ¡Mucha contenticidad señores! Tanta que invento la palabra contenticidad.